Los arquitectos de la transición

"ese punto azul pálido"

Qué distante, ajeno y extraño suena "cambio climático". El problema creo que es que la propia expresión se refiere a un suceso externo, dudoso y a una escala en la que siquiera pensar en ello sólo supondría perder el tiempo

Tan poco cercano suena que hoy "cambio climático" no es más que una pegatina para asustar con el aire acondicionado, justificar alguna mala mirada en la ONU y entender que nos suban las facturas. Sinceramente no podemos demostrar mayor efectividad lejos de esto.

Por suerte vino el marketing a salvar la situación y conseguimos que una palabra que parecía empezar a calar en nosotros (como individuos) abandonara todo su sentido y quedara reducido al justificador del cajón de sastre: sostenibilidad. No sólo nos cargamos esa palabra, nos cargamos un sentimiento incipiente que vino a intentar, tan sólo, hacernos ver. 

Y por fin, en un brote de autoconsecuencia humana coordinada en todo el "primer mundo"(qué ironía) decidimos bombardearnos con "BIO", "ECO", "verde", "friendly", "justo" y todas las pegatinas que cupieran en un embalaje.

Hemos desviado las modas del cuidado hacia un consumismo con pegatina de conciencia.
El prólogo pesimista sólo resume una realidad triste, donde esperamos a que sea el otro que contamina más quien empiece por nosotros.


El planteamiento actual de la calidad ambiental, considerando toda la cadena de actores en la construcción, sólo se remite a las últimas etapas del proceso, y la gran mayoría de éstas tan sólo por salubridad. ¿De dónde sale ese material? 
Una vez un profesor de Materiales hablaba del yeso como el material del pasado y del futuro, lanzando el planteamiento al aire de que es totalmente reutilizable, salvo por costar menos extraerlo y producirlo de cero antes que reutilizarlo. Una cuestión de esfuerzos y dinero.

Sin embargo existe una fase que no se incluye casi nunca en los procesos de construcción, y es la muerte del edificio. Seamos justos, no construimos pirámides. De hecho nuestra legislación establece unas vidas mínimas, pero...qué pasa cuando el edificio cumple con su vida, cuando ya no puede seguir dando servicio? Es nuestra responsabilidad, la del proyectista saber qué impacto producirá ese hecho y está en nuestras manos decidir cómo de "coherente" sea ese proceso.

Desde mi punto de vista no se trata de dictar que en adelante todas las edificaciones sean "impacto cero", porque es cierto que hoy tanto las políticas como la tecnología no nos lo ponen fácil (aunque no imposible) y tampoco se trata de extremismos autoimpuestos. 

Sin embargo somos nosotros, la generación que hemos entendido que somos muchos en el planeta y todos debemos vivir con unas condiciones dignas durante mucho tiempo, tiempo que de seguir así no habrá, quienes debemos asumir el esfuerzo de dar ese plus de respeto que hoy nuestras leyes no nos obligan pero  una mínima conciencia de humanidad como especie supuestamente avanzada.

No hace falta decir que esta "transición energética" empezará a llegar impuesta, si no lo hacemos nosotros mismos hoy, de forma demasiado abrupta cuando se hayan agotado el resto de vías y sea la menor de las malas opciones.



                    Ruinas del Caserío de Mafraque, Abanilla.

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