Cada día tenemos un tema de actualidad con pinta de nuevo pero, como nuestra historia misma, más bien recurrente y viejo. No nos gusta aprender, dice un tal PISA. Y es que hoy es Facebook con inminencias anunciadas pero, sin atreverme a hacer vaticinios, mañana la ocurrencia contará otra historia de la que ya habremos hablado . Facebook, Google, Apple...se han convertido en dueños de nuestra vida , y no por los datos que tengan de nosotros y que nos conozcan más que nosotros mismos, sino por la dependencia con la que nos hemos rendido ante ellos y sin los cuales, hoy, podríamos poco más que sobrevivir. Como decía, esto, que siempre es nuevo y más bien viejo, "viejoven" en adelante, me recuerda a un artículo que leí de Luis Fernández Galiano, nada menos que en 2013, sobre los límites de la intimidad que peleamos por salvaguardar en ciertos aspectos, y las cesiones incondicionales que no dudamos en regalar por otra parte. O más reciente, "la casa sin intimidad hacia
"niños, niños, futuro, futuro..." Los Simpson. El proyecto surge al observar una peligrosa realidad que se repite con demasiada frecuencia en el día a día de nuestras ciudades: los padres o "responsables" recogen a los niños de los colegios y con el frenesí de las obligaciones y el tiempo muchos cruzan por mitad de la calzada sin hacer uso de los pasos de peatones, muchos próximos, haciendo caso omiso a los riesgos innecesarios que esto conlleva. Esta situación es extrapolable en cualquier situación a cualquier grupo social o de edad. No obstante decidimos abordar el problema contando con un aliado: los niños . Los niños son el mayor medio de comunicación de algo que les guste, difusión absoluta a padres, abuelos, amigos de los padres y hermanos, y como primer plan de contingencia, si conseguimos que estén entusiasmados y comprometidos (CONCIENCIADOS) no sólo reforzaremos el plan a largo plazo que sería la educación, sino que actuarán de "repeti
¿Qué ocurre al otro lado de un muro? Los muros declaran voluntades y justifican intenciones. Son muros los edificios, pero también las presas y ríos. Sin embargo, el auténtico elemento divisorio son los idearios, que no los ideales, quienes mueven la vida de todo humano. Las agrupaciones se fundamentan en la distinción del resto de seres, además de la conjunción de unos pocos, y forman barreras continuamente frente a quienes no caben en esta unión. Estas cotas que marcamos cada día no son en absoluto sistemas violentos en su mayoría. Fijamos límites y segmentamos cuanto podemos para generar formaciones digeribles. Sería absurdo tratar de evaluar el impacto de cada decisión y por ello existe el instinto, un atajo a la lógica que carga con el peligro de nuestros miedos y deseos irracionales, quienes en última instancia y a falta de la razón, edifican los muros. No debemos por tanto juzgar las barreras que periódicamente nuestra sociedad levanta en diversos ámbitos como c
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